La decisión de la administración Trump de tomar control directo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) tomó por sorpresa a más de un observador, tanto en Washington como en América latina.
La postulación de Mauricio J. Claver-Carone, actual director para el hemisferio occidental del poderoso Consejo de Seguridad Nacional, es un golpe de autoridad inesperado.
Si la tradición de posguerra marcaba que el presidente del Banco Mundial era un norteamericano (hoy, Kristalina Georgieva), desde la fundación del BID en 1959 había una regla no escrita, pero siempre respetada, de que el presidente es siempre un latinoamericano y el vicepresidente ejecutivo, un norteamericano.
Es una decisión de repercusiones económicas de enorme consideración.
El BID ha sido históricamente el principal banco multilateral en la provisión de préstamos a tasas bajas a la región, aunque en 2015 China lo superó y tiene en años recientes la creciente competencia del CAF Banco de Desarrollo, la antigua Corporación Andina de Fomento.
Se prevé que la pandemia de Covid-19 producirá graves caídas del producto interno bruto en los países de la región y que incluso hay potencial peligro de defaults en cadena de la deuda externa en 2020.
El verdadero desafío
En este escenario económico tan complejo, el BID deberá recapitalizarse rápidamente para poder salir en apoyo de los países en una escala sin precedentes.
Si esto no sucede, Estados Unidos corre el riesgo de que sea China la que dé el paso adelante en 2020 para socorrer a la región.
Este es el verdadero desafío que tendría un potencial nuevo presidente norteamericano del BID, después de la asunción el 1º de octubre próximo.
En efecto, el anuncio del Departamento del Tesoro de Estados Unidos es muy claro también en señalar que, más allá de lo económico, la decisión de la Casa Blanca tiene un impacto estratégico en América latina.
Dos objetivos
Estados Unidos quiere “recuperar” la región, donde siente que ha perdido terreno. Aquí se conjugan dos aspectos centrales:
- Apoyar a las empresas norteamericanas que ya operan o que deseen operar.
- Poner dique a la creciente presencia china.
El primer aspecto ya se había puesto en marcha con la creación en 2018 de la nueva Corporación Financiera para el Desarrollo Internacional (DFC) y con el nuevo programa “América Crece”, de 2019, iniciativas norteamericanas de las cuales precisamente Mauricio Claver ha sido uno de sus principales arquitectos.
Es parte de la tendencia creciente en Estados Unidos a pensar en términos de “economic statecraft” (economía de Estado nacional), que va más allá de las ideas puramente económicas o de economía de mercado predominantes en las últimas décadas.
El segundo aspecto (la decisión de bloquear a China en la región) es subestimado o incluso desconocido, pero es fundamental.
La Estrategia de Seguridad Nacional de diciembre 2017 define a China y a Rusia como rivales estratégicos.
Uno de los momentos más álgidos en el triángulo América latina-China-Estados Unidos en tiempos recientes también involucró al BID.
En efecto, en marzo de 2019 Estados Unidos logró hacer suspender a último minuto la Asamblea Anual del BID que se iba a celebrar en Chengdu, China, con el argumento de que el gigante asiático no había aprobado la visa del ministro de economía de Venezuela designado por Juan Guaidó, que se sienta en el directorio del BID como todos los ministros de economía de la región.
Señales claras
La nominación de un presidente norteamericano en el BID encarna, sin dudas, el “espíritu de Chengdu”, aquella victoria diplomática norteamericana frente a China.
Hay en la iniciativa un doble mensaje, a la región y a las potencias extrahemisféricas, principalmente China.
En primer lugar, la Casa Blanca cambia la estructura de incentivos para los formuladores de política exterior en América latina: propone beneficios potenciales para los que se vayan a alinear, y aumenta los costos y los riesgos a los díscolos.
En segundo lugar, en un mundo cada vez más hostil, la administración Trump intenta recrear un área de influencia directa, una verdadera esfera de influencia, para usar una categoría de análisis de la guerra fría.
En suma, una iniciativa estratégica con repercusiones de envergadura inmediatas y de largo plazo para América latina.
* Máster y doctor en Ciencia Política, George Washington University; se desempeña como profesor y como investigador en la School of Foreign Service, Georgetown University.